Como un dinosaurio subido a un patinete. Un nonagenario quemando el WIFI de la residencia en la última misión del Fortnite. La vida moderna también tiene magníficos ejemplos fuera de los estudios de La Ser. Veamos un ejemplo de TikTok protagonizado por el Washington Post.
The Washington Post fue fundado en 1877. Tik Tok nació en 2016. Son 139 años de distancia generacional, pero ambas marcas han encontrado la manera de comunicarse a través de la figura de Dave Jorgenson, un carismático periodista con la vena humorística muy desarrollada.
Reto Tik Tok
Era una apuesta arriesgada y ha salido de maravilla: uno de los diarios más prestigiosos del mundo, el solemne y recto Washington Post, decidió abrirse un perfil de marca en la histriónica red social del momento. Fue en mayo de 2019. Pocos adultos alcanzan a entender Tik Tok y menos adultos aún logran entrar en la plataforma con sus maneras viejunas sin salir manchados de ese líquido viscoso llamado vergüenza ajena.
El Washington Post tenía un reto complejo por delante: podía copiar contenidos y dejarse llevar por el flujo de retos virales de la propia red, exhibirse como un periódico sesudo y nadar en la intrascendencia de una red que no está para dramas, o hacer lo que finalmente hizo: entregarlo todo al ingenio de Dave Jorgenson.
24 millones de «Me gustas»
El tiktoker del Post comenzó a mezclar ironía y humor atinado, conocimiento de la actualidad y pericia, para moverse con soltura entre las bambalinas de su periódico. Combinando los tres ingredientes ha cosechado 563.000 seguidores y 24 millones de «me gustas» en solo un año. Todo un ejemplo para quienes tratan de conquistar a la generación Z desde su marca tradicional.
Tradicional no quiere decir aburrida. Al menos no debería. Es importante saber hablarle al público/cliente en el formato en el que lo encuentras. Con sus mismos códigos. Jorgenson aborda cuestiones de actualidad –no renuncia a la esencia de su marca– pero lo hace con lenguaje Tik Tok.
Humor absurdo
Por ejemplo, en una de sus piezas inventa unos premios al peor año de la historia con candidaturas de 1918, 1943 o 2020. Gana éste último por los méritos del coronavirus, el racismo sistémico, el desplome de la economía global o los incendios descontrolados a lo largo y ancho de Estados Unidos.
Asimismo, en línea con el humor social de esta red, Jorgenson abraza el humor absurdo y dedica algunos vídeos a interactuar con la redacción del periódico de un modo más extremo. Ese fue el caso de la pieza en la que se disfrazó de cucaracha por Halloween y resultó ‘atacado’ por el perro Maverick. El gag logró casi 700.000 visitas y unos 160.000 likes.
En resumen, la idiosincrasia de una marca no tiene por qué entorpecer su adaptación a los nuevos formatos ni tampoco debe impedirle atraer al público más jóvenes. No hay que renunciar a nada. Ni siquiera a romper siglo y medio de brecha generacional.